lunes, 26 de febrero de 2007

Cuando la hipocresía se viste de piedad


Una multitud de piadosos hombres y mujeres de fe, hace ya muchos siglos, creían en el valor de su causa, sinceramente opinaban que la verdad que ellos sostenían con rigurosa firmeza no tenía discusión. Hasta que llevaron su causa delante de Jesús. Los piadosos, los justos, los guardianes de la verdad argumentaron con la ley de Dios. Realmente era muy difícil rebatirlos. Y reclamaban un castigo ejemplar para la culpable de haber trasgredido, a su entender, los mandatos divinos.
Aquella vez, Jesús, simplemente se agachó y escribió con su dedo en la tierra algo que nunca sabremos, algo que queda guardado en el misterio, algo que escapa a nuestra capacidad de entender la enormidad de la misericordia de Dios. Y luego de ese gesto y de unas simples palabras ("aquel que no tenga pecado que arroje la primera piedra"), toda la situación se transforma. Los piadosos y las piadosas deben soltar las piedras que cargaban en sus manos y deben desprenderse también de su pretensión de ser los que podían juzgar, los que podían condenar, los que podían decidir sobre lasvidas de otras personas. Y, en silencio, deben regresar a sus hogares, desenmascarada al fin su hipocresía.
La mujer que era condenada, que era marginada, que era repudiada y a la que se le deseaba el peor de los males (morir apedreada), es liberada por un acto misericordioso del hijo de Dios, que lee la ley con una mirada nueva, que comprende a quien la vida acorrala en situaciones por las que ninguno de nosotros jamás quisiera atravesar.
Hoy, en nuestra ciudad, cientos de piadosos hipócritas, Biblia en mano, se sienten con autoridad de condenar a un cruel casitgo a una pobre adolescente abusada, violada, obligada a tener que interrumpir su casi niñez a los 13 años. Claro, no es su hija ni es su nieta. Con las piedras en sus manos, como fue en tiempos de Jesús, ellos y ellas amenazan a los jueces, envían cartas anónimas a radios y diarios, sugieren acciones ridículas, como rodear el hospital donde a esta niña la justicia quiere devolverle su derecho a vivir como niña, a jugar lo que aún no ha jugado, a soñar lo que aún no ha soñado.
El tema que escandaliza es la interrupción de un embarazo fruto de un acto de horrible violencia y sometimiento de parte de su padrastro (que se supone debía protegerla). Lo que desestabiliza a los hipócritas es que su vida, sostenida por frágiles hilos de piedad, se cae si llegaran a admitir que sus verdades no son absolutas, que en una comunidad de personas las verdades son relativas y que aún la misma vigencia de la ley divina puede leerse de otro modo cuando existe la capacidad de acercarse a ella no desde la condena y el prejuicio sino desde el amor y la misericordia. Como lo hizo Jesús...
¿Quién es la víctima en todo este drama? ¿No es aquella niña que debe ser liberada de la pesada carga que le ha sido impuesta por un ser repugnante? ¿Por qué ella desaparece de la escena? ¿Por qué se la oculta detrás del verdadero pecado del abuso, de la humillación, de la vejación, de la violación? ¿Alquien pensó en ella?
Podemos debatir sobre la legislación del aborto en nuestro país y sobre la obsecuencia menemista que legisló en esta materia siempre con una mirada puesta en el Vaticano y sus opciones medievales. Y es posible que no nos pongamos de acuerdo. Pero hay que saber separar las cosas. En el caso de esta niña, a la que una bestia le robó ya su posibilidad de crecer con una sonrisa, no se trata de defender el aborto, se trata de proclamar el derecho de una adolescente a recuperar al menos un poco la vida sobre la que todos de repente se sienten con derecho a opinar. Se trata de ver a la víctima. Se trata de mirar sus ojos, de sentir el latir de su corazón, de tratar de entender por un segundo lo que pasa por su mente... ¿Será tan difícil?
Ruego a Dios que nuestra lectura de esta situación no parta de una equivocada interpretación de lo que creemos que es de Dios, sino que sea capáz de imaginar aquellas enigmáticas palabras que Jesús escribió en el suelo palestino, palabras que cambiaron para siempre la historia de las mujeres sometidas y condenadas sin ninguna oportunidad.
No necesitamos más piadosos hipócritas. Nuestra Argentina está llena de gente que se siente dueña de la verdad y que condena a las víctimas, siempre a las víctimas.
Por esta niña, escuchá a Jesús, soltá las piedras que tengas en tus manos, volvé en silencio a tu casa, pensá, buscá un poco de sensibilidad dentro de tu alma y dejala libre.

Publicado por Gerki

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