Estimados
hermanos y estimadas hermanas, que la gracia de Dios el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo sea con todos y cada uno de ustedes. Amén.
Hoy
en este segundo Domingo de Cuaresma.
Desde
la cruz el Señor nos llama a descubrir su presencia.
No
olvidarse de la cruz es fundamental. Quizás alguno se pregunte ¿Es
posible olvidarse de la cruz? Y la respuesta es que si. Que la
tentación de abandonar el camino de la cruz para transitar otros más
brillantes y en apariencia más seguros, ha estado, está y seguirá
estando entre los cristianos.
Un
Dios en la cruz es menos atractivo que el Dios de los milagros. De
hecho, abundan expresiones religiosas en las cuales solo se habla del
Señor de los milagros, el Señor de la prosperidad. El Dios de los
beneficios. Una oferta, que dicho sea de paso, es muy adecuada a esta
sociedad de consumidores que busca satisfacciones inmediatas y
seguras a sus demandas individualistas. Una sociedad en la se paga
para tener y listo. Una sociedad en la que cada uno busca lo suyo y
ya está.
Olvidarse
del Evangelio de la Cruz es muy fácil, y ya el apóstol Pablo
luchaba contra esa posibilidad.
Yo
los invito a compartir uno de los textos que guía la reflexión en
este segundo domingo de cuaresma. Filipenses 3: 17 – 4:1
Aquí
Pablo, con profunda preocupación pastoral, trata de advertir a los
cristianos de Filipo que no se dejen arrastrar por aquellos que
enseñan un evangelio alejado de la cruz de Cristo.
Y
es que la comunidad de Filipo estaba siendo visitada por otros
predicadores que provenientes del judaísmo, insistían en la
necesidad de conservar la religión de la Ley. No negaban que
Jesucristo era el hijo de Dios, pero Insistían en la necesidad de
realizar obras meritorias, obras que los distinguieran del resto,
obras en las cuales se muestre que ellos quieren ser salvos. Para
estos predicadores, los paganos convertidos al cristianismo debían
ajustarse también al modelo de la Ley.
Y
aunque Pablo había sido un ferviente practicante de la Ley, para Él,
esta enseñanza estaba errada de cabo a rabo. En primer lugar porque
niega el poder salvífico de la obra de Cristo. Quien piensa que la
vida aquí y en la eternidad se alcanza solo con meritos personales,
lo que esta haciendo es negar la obra de Cristo.
La
única obra buena que nos hace perfectos son aquellas que nacen del
amor. Recordemos lo que dice el apóstol Pablo en su carta a los
Corintios
Leer
el texto de 1 Corintios 13.
Y
estos predicadores cristianos a los que el apóstol rechaza no tenían
amor. Porque ellos estaban tan preocupados en su propia perfección
que solo pensaban en ellos mismos. “su Dios es el vientre”. Ellos
son su propio Dios. Viven para si mismo. Lo que hacen (aunque a los
ojos de otros pueda parecer muy bueno) lo hacen por pura vanidad, es
decir, para aumentar su buena imagen, para sentirse bien con ellos
mismos, para mostrase mejores que otros, para mostrarse perfectos
ante los demás. Por eso, al ponerse ellos como centro de todo lo que
hacen no lo hacen con amor.
¿Y
cuál es el resultado de semejante esfuerzo? ¡Cuál es el resultado
de mostrarse mejores que otros? Su propia vergüenza. Los que buscan
su propia gloria, aunque tengan proyectos maravillosos, a aunque se
esfuercen constantemente y lo hagan a la perfección, lo que hallaran
es su propia vergüenza. Ese es el resultado.
En
ese sentido la advertencia de Pablo nos sirve para mirar a partir de
que lugar estamos definiendo aquello que hacemos: la elección de una
carrera, la tarea de una iglesia, su proyecto misionero o evangélico,
no sirve a la causa del Reino de Dios si los mismos son definidos a
partir del “propio vientre” mirándonos al ombligo.
Por
eso el Apóstol Pablo, con lágrimas en los ojos, insiste a los
cristianos: no caigan en la trampa de vivir para ustedes mismos. No
sigan el mensaje de esos predicadores que con su ejemplo alientan el
individualismo.
Cualquier
expresión religiosa que contribuya al individualismo no es cristiana
por más que se lo nombre a Cristo una y mil veces.
Porque
si hay algo que caracteriza a la fe cristiana es que alienta la
creación de comunión entre las personas. Oro por mi y oro por
otros. Espero ser ayudado, pero también me comprometo a ayudar. No
busco la bendición solo para mí, sino en especial para los otros. Y
esta manera de vivir la fe nace desde la cruz de Cristo. Allí Dios
nos muestra el camino. Allí mostró que la perfección nace de hacer
de la vida propia una ofrenda a favor de otros.
Por
eso Pablo insiste en que hay la mirada a la cruz de Cristo.
Porque
la cruz significa abandonar todo tipo de privilegios delante de Dios
y también delante de las personas
Es
reconocer la presencia de Dios no en las perfecciones sino en la
debilidad.
Es
reconocer la presencia de Dios actuando no a partir de los éxitos
conseguidos sino más bien en medio de los sufrimientos padecidos
El
evangelio de la cruz es servicio y compromiso, no solo recepción de
beneficios inmediatos a problemas individuales.
Ese
es el camino que estamos llamados a transitar.
El
de la humildad, el del servicio desinteresado, el de la comunión con
los hermanos y hermanas, el camino que nace de reconocer en cada
persona que sufre un dolor, una injusticia a un hijo de Dios que
también carga una cruz.
Predicacion del pastor Leo Schindler para el domingo 16/03/14
Que bonito!
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